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Llamada así porque... espera, no te lo voy a decir, se sabrá en el final, quizás. Es una historia algo extraña mezclada con sueños que a lo largo del tiempo van cogiendo su significado. La protagonista es Helen Miller una bibliotecaria a medias que quiere publicar un libro. El libro trata de sus sueños, que a lo largo de su vida, cobran sentido. Con la ayuda de Derek rea... anda lee la historia, hazme un favor ^^

miércoles, 14 de marzo de 2012

Capítulo 16 - Miradas asesinas y sonrisas



Di el último sorbo de mi Cappuccino mientras Derek se levantaba del sofá. Lo dejé de nuevo en la mesa de cristal y me levanté para seguirle. Al estudio se llegaba a través de una puerta que había en esa misma sala. Abrió la puerta dejándome paso.

-Las damas primero, ¿no?

Le sonreí con una sonrisa real, esas que rara vez salían últimamente.

¡Menudo estudio! La pared del estudio era de color verde claro con manchitas de color verde oscuro. No sabría muy bien cómo explicarlo, lo que sí sabía era que no podía pintarse con facilidad y que con tan solo verlo una vez, ya se notaba que era un tacto rugoso. Tenía unas ventanas muy grandes, dejando entrar el sol a toda costa. El suelo era de nuevo parqué, muy limpio. Me gustaba el parqué, porque sentía mis propios pasos.

-Guau… es un sitio perfecto para inspirarse, me encanta y hay mucho espacio.

En una esquina de la sala, en la mesa que estaba contra la pared, había un ordenador que parecía de alta tecnología entre otros chismes. Contra las paredes había estanterías y, dónde había una ventana, las estanterías eran más bajitas, como una cómoda. En otra esquina, esta vez en frente de la puerta, al lado de una estantería había una butaca vieja con una lámpara de pie a su lado que supuestamente, era para relajarse, así adentrándote en las páginas de un libro.

-Debería hacer una buena limpieza, no hay sitio para colocar más libros en los estantes, pero en el escritorio y en esa mesa de ahí tienes sitio para escribir, también puedes usar el ordenador.

Señaló con la mano una mesa cercana al escritorio y acto seguido en el mismo escritorio refiriéndose al ordenador.

Di varios pasos colocándome en el medio del estudio para dejarle pasar.

-Oh, espera, siéntate. Ahora vengo.

Travesó la puerta dejándome sola en la sala. Como no sabía que hacer excepto mirar, le hice caso y me senté. Oí  ruido y tras unos segundos llegó con una silla para sentarse.

Me puse nerviosa al verlo.

-Podías haberte sentado aquí, no era necesario…

-¡Sht! Eres una invitada.

Callé avergonzada y busqué un tema para hablar, solo veía libros, así que le pregunté sobre eso.

-¿De qué son estos libros? Algunos se parecen.

Había grupos de libros parecidos que seguramente serían colecciones.

-Son pura historia, de mi padre. Era profesor de historia, ahora ya jubilado.

-¿Por qué los tienes tú?

-Se empeñó en que los guardara yo, dice que tengo más cura que Carol y que si algún día muere, que me los quede. Son todo su tesoro. Además, ahora viaja mucho con mi madre, quiere ver mundo ahora que tiene tiempo libre.

-Vaya, hoy voy a saber de todo sobre tu familia. Una cosa… ¿y Gea? No la has mencionado, ¿ella no puede guardar los libros?

Se rió y me contestó sonriendo.

-Gea es una irresponsable, creo que no ha salido de la adolescencia aun.

Y volvió a reírse. Puso la silla a mi lado, que durante este minuto había estado sosteniendo con las manos y se sentó, después, encendió el ordenador. Mientras se encendía, hablamos un poco.

-Así que te gusta el estudio…

-Sí, me encanta, es tranquilo y se respira aire puro.

-Puedes venir otro día si quieres, estás invitada.

Derek se estaba comportando de una forma rara con lo poco que le conocía, se estaba mostrando muy formal y confiado hacia mí y la verdad, eso me gustaba, pero era un aire distinto al de ayer, quizás porque era una desconocida y pasé a ser conocida.

-No quiero molestar, es tú estudio, ¿acaso no trabajas aquí?

-A penas, trabajar trabajo en la oficina.

Sonó el timbre de repente, ese típico “ding dong”. Me quedé dos segundos extrañada y después reaccioné. Elaine. Se me había olvidado por completo que aún tenía que llegar. El pánico entró en mi cuerpo, tenía miedo de conocerla y que algo saliera mal, ¿y Carol? Aún más, era una adulta y además la hermana de Derek.

Derek se levantó y se acercó a la ventana que daba a la entrada de la casa.

-Ahora vengo, voy a abrirlas.

Salió del despacho y se fue a recibirlas. Me quedé en la silla sin saber qué hacer ni cómo actuar, suerte que de cierta forma, me había ordenado que me quedara quieta. Oí sus voces, la de Carol se parecía a la de Derek, de hecho, creo que era la misma pero en mujer y la de Elaine se oía dulce y feliz.

-¡Tío!

-¡Hola bichito! - Elaine se rió con Derek, se oía cómo la cogía en brazos y la volvía a dejar en el suelo. – Tenemos una invitada.

Carol, a pesar de no poder verla, pareció quedarse muda.

-¿Ha vuelto Mara? – Preguntó Carol.

-No, mejor que te la presente.

-¿Susan?

-¡No! Ven.

Derek pareció negarse rotundamente a su última pregunta, como si fuera una barbaridad. Oí varios pasos que se acercaban, entre ellos, unos tacones.

Me puse rápidamente de pie. Carol se quedó mirándome, yo hice lo mismo. Tenía el cabello corto por los hombros, liso y suelto, oscuro como el de Derek y aunque sus voces eran muy parecidas, su rostro se diferenciaba un poco. Sus ojos también eran castaños oscuro y conjuntaban con uno de tantos tontos de rojo. Lucía un vestido blanco y negro, corto y moderno. Llevaba unos tacones negros a conjunto algo altos. Respecto a los complementos, tan solo llevaba un reloj negro.

Me repasaba con la mirada, al igual que su hija Elaine, agarrada de la mano de Derek.

-Ella es Helen, siento no avisarte Carol. Mi trabajo consiste en ayudarla a introducirse en el mundo de la escritura.

-Soy Carol, su hermana, un placer.



Ni se movió, tan solo sus labios soltando esas palabras frías y aun mirándome con desprecio.

-Helen Miller, un placer, Derek me dijo que vendríais. – Y miré a Elaine sonriéndole. Ella me sonrió también.

Se parecía a Carol pero tampoco no mucho. Tenía sus ojos castaños, esta vez más claros y el cabello castaño también, cortito por debajo de las orejas. Le faltaban algunos dientes, algo normal a su edad. Llevaba puesto un vestido blanco con dibujitos de colores. No había señales de lacitos, ni de diademas, ni siquiera de plastidecores. Sus zapatos eran unas ballerinas azules, al estilo mí chaqueta.

-¿Es la novia de Derek? –Dijo de repente Elaine.

Derek y yo nos quedamos callados, mirándonos. Carol reaccionó con total naturalidad.

-No, al menos eso espero cariño.

Elaine siguió mirándome con su risita feliz, no se daba cuenta de lo que acababa de hacerme.

No me salían temas para conversar y mi única opción era mirar a Derek suplicándole con la mirada que dijera algo. Pero él estaba intimidado y tampoco sabía cómo reaccionar.

Ésta vez no hablamos ninguno de los dos.

-Elaine, cielo, pórtate bien, ¿vale? Vendré por la tarde. - Se agachó y le dio un beso en la mejilla, volvió a levantarse dirigiéndose a Derek. - Para comer pasta, ¿no? Y no me refiero a pizza.

-Sí, macarrones de colores con atún. –Contestó Derek aun perplejo.

-Perfecto, nos vemos luego. - Dio un paso hacia la puerta del despacho y se giró hacia mí, lanzándome una mirada asesina. - Adiós Helen.

Me estremecí, no dijo “hasta luego” o “nos vemos”… sonó como un “hasta nunca”. Derek me miró con ojos tristes, pidiendo perdón. Acto seguido acompañó a Carol hasta la puerta. Oí murmullos, discutían de algo.

Elaine y yo nos quedamos a solas. Me miraba y dudaba con ir con su madre, pero ella era consciente de que era una conversación adulta.

domingo, 26 de febrero de 2012

Capítulo 15 - Una captura del pasado

Abrí la puerta del coche y hasta que no puse los pies en el suelo, no me di cuenta que estábamos en las afueras de Liverpool. La casa estaba envuelta de un jardín precioso con muchos tonos marrones, ya que estábamos en otoño tirando a invierno. Los arboles no tenían hojas y a pesar de ello, no había casi ni una hoja en el suelo. El viento, al no tener con qué divertirse, jugaba con mi cabello despeinándome.

-Pasemos dentro y tomemos algo.


Abrió el maletero y sacó el regalo de Elaine. No me lo dio y lo cargó él de nuevo hasta la entrada.


La casa era blanca, bonita para mi gusto, con ventanas rectangulares y forrada de un material que no sabría decir cuál es.


Le seguí por el caminito de piedra y entramos en casa.


El recibidor/sala de estar era muy acogedor. Me gustaba mucho la combinación de lo antiguo adaptado a lo moderno y a la vez elegante y encima, decorado con diferentes tonalidades del color marrón y parqué. Los cuadros parecían valer una fortuna e incluso los marcos de fotos que había sobre los muebles. En las fotografías podía distinguir a Derek con dos chicas muy parecidas a cada lado. En otra, salía Derek cogiendo a una niña pequeña de ojos oscuros, monísima por cierto. Parecía ser la hija de una de las chicas que se parecían tanto. Seguramente una de ellas sería Carolina y la niña su hija Elaine.


Después de analizar la sala, eché un vistazo rápido y vi que no había nadie. Elaine, su sobrina, no había llegado aun y eso significaba que iba a verme con Carolina, su hermana.


-¿Dónde está tu sobrina?


-¿Elaine? Bueno, les dije que llegaran un poquito más tarde, por si llegaban antes y no me encontraban. Además, no podemos dejar a Elaine sola.


-Entiendo… ¿tu hermana es la chica de la foto? Aunque no sabría decir cuál de las dos es…

Miró la foto a la que me refería y sonrió.


-Ven, siéntate. Pero antes, dame el abrigo.


Supuse que era una historia muy larga y que quería hablar tranquilamente de ello. Le entregué mi abrigo y fui a sentarme en el sofá.


-¿Quieres tomar algo?


-¿Tienes té?


En casa siempre tenía algo de té, pero dudaba que en su casa tuviera.


-Mmm… no, pero tengo café.


Lo imaginaba.


-¿Y Cappuccino?


-Sí, eso sí, ¿quieres uno?


-Sí, por favor.


-De acuerdo, en seguida vuelvo.


Atravesó el arco que llevaba al comedor y de allí, entró por una puerta de madera y cristal muy bonita.


Me quedé sola unos minutitos que pasaron volando cuando una fotografía que había encima de la chimenea captó mi atención. Salía Derek, abrazando a una niña de unos doce años. La niña tenía el cabello castaño claro y los ojos de color castaño fuerte, su piel era algo morena para ser del Reino Unido. La niña sonreía de oreja a oreja y Derek la apretaba con fuerza sonriendo también, una sonrisa que nunca había visto en su cara y que no parecía ser la típica que ponemos cuando nos hacen una foto, él sonreía de verdad.


Vi como volvía con una taza, un plato en la mano y sin el regalo de Elaine.


-Aquí tienes.


Lo dejó encima de la mesita de cristal que había en frente del sofá.


-Gracias. –Dije con una media sonrisa, sin fiarme demasiado después de lo ocurrido en el coche. – Oye… ¿quién es esa niña? ¿Es Elaine?


Miró la foto y sonrió tal y como lo hacía en la fotografía.


-Pues si que le has echado interés a las fotografías.


Se sentó a mi lado en el sofá.


-Se llama Mara, Elaine es más pequeña, Mara ya es una mujercita, tiene 14 años. No es mi hermana, pero como si lo fuera. La quiero mucho.


Cogí el Cappuccino, le di un sorbo y volví a dejarlo en la mesita. Me giré más hacia él para verle mejor la cara.


-Entonces, si no es tu hermana, ¿cómo la conociste? ¿Y por qué le tienes tanto cariño?


La curiosidad me inquietaba tanto que no pude reservar las preguntas personales.


-La conocí cuando tenía doce años, en esa foto tiene trece. Nos conocimos en una cafetería,  de hecho, fue ese bar de ayer. Cameron se equivocó y le trajo mi café en lugar de su granizado y yo me quedé sin nada. Así nos conocimos, por una confusión de camarero…


Me impresionó. Que facilidad tenía relacionándose con la gente. Yo, probablemente, no habría vuelto a ver a esa persona si me hubiera pasado eso.


-Y… ¿ahora me vas a decir por qué tu hermana está repetida dos veces en esa foto?


Esta vez no se giró para ver de qué foto hablaba y se rió un poco para si mismo.


-Son gemelas, son mis hermanas. La de la izquierda es Carolina y la de la derecha se llama Gea. Carol es la madre de Elaine.


Me quedé algo cortada, sin saber qué decir. Es verdad que no conocía de nada a Derek, pero en esos instantes estaba en su misma casa contándome su vida y… guau, ¿gemelas? Eso sí que era una sorpresa, no había visto gemelas desde secundaria.


-Vaya, se parecen mucho, aunque tienen cierto parecido a ti… y yo creía que eran dos “tías buenas” con las que te hiciste una foto. – Dije marcando “tías buenas” con los dedos.


-Sí, la belleza es cosa de familia, en un ratito la conocerás… debo decir que no le he hablado de ti aun, pero no pasa nada, le caerás bien.


-¿Seguro?


-Sí…


Fijó su mirada en mis ojos, creándome tensión, inquietándome con la mirada punzante. 


Parpadeó y miró mi cabello.
 
-Este cabello… ¿es tu color natural?


-Em, no. Soy pelirroja anaranjada, pero quise teñírmelo de un rojo fuerte.


-Gea te caerá bien, ella se tinta el cabello de rubio. Toca en un grupo, Violette, ¿lo conoces? Toca el bajo, hace los coros y compone.


Me pilló bebiendo el Capuccino y tan pronto oí “Violette”, dejé la taza en la mesa.


-¿Tu hermana es la bajista de Violette? He visto carteles por la ciudad, no lo sabía.


-Sí, ya hace tiempo que está en la banda, antes Carol también estaba en la banda, pero cuando tuvo a Elaine lo dejó.


Detrás de esas palabras, sus ojos me decían que había una larga historia y triste.


-¿Derek, estás bien?


-Solo son recuerdos del pasado que vienen en mente. Dejemos de hablar de mí y vayamos al grano, ¿quieres que te enseñe el estudio?


-Por supuesto.

miércoles, 18 de enero de 2012

Capítulo 14 - Cagadas

No había sitio cerca del parque, por eso aparqué algo lejos y tuve que caminar un ratito.
Había bastante gente, era domingo y las familias aprovechaban para dar un paseo, los abuelos seguían su rutina en los bares y los niños pequeños disfrutaban de su tarde sin clase.


Prácticamente como ayer.


Allí estaba, sentado en el banco leyendo el periódico. Cuando me vio dobló el periódico y se lo puso debajo del brazo. Se levantó y se acercó a mí, con un paso algo rápido y nervioso.


-Buenos días. – Le saludé a unos pasos de él.


Llegó enfrente de mí y sonrió lleno de felicidad.


-Llegas pronto. – Y volvió a sonreír.


¿Pronto? Suponía que lo decía con ironía.


-Ais, lo siento, me encontrado a un conocido por el camino y al llegar no encontraba sitio para aparcar.
-¿Estás de broma? Te digo que llegas pronto. Son las once y diez casi.
-Oh, vaya... ¿y qué haces aquí?


Dejó de mirarme y desvió la vista a otro punto, pensativo. No debí haber preguntado.


-Bueno, por si llegabas pronto, para que no esperaras sola.


Volvió a mirarme y se puso las manos en el bolsillo.


Se me abrió el corazón, oh, que buen chico... de un amor triste a rabia y de rabia a ternura.


-Oh.. – No supe que decir, quizás me comí demasiado el coco con esa frase, con esa respuesta.
-¿Vamos? Carol aun no ha llegado, mejor vayamos ahora o no me encontrará en casa.
-¿Con tu coche?
-Sí, ¿te da miedo volver a subir?
-No, no.


Se giró y dio varios pasos hacia una dirección, mirándome como si dijera “sígueme”. Me acoplé a su lado y nos dirigimos al coche.


-Por cierto, ¿qué es esa bolsa?
-Es... algo.
-¿Tanto material te has traído? Solo era necesario traerte los escritos, ya te dije que en mi casa hay de todo para poder escribir tranquilamente.
-No es material, bueno sí es material, pero no para escribir. Ya lo verás, impaciente.
-Trae.


Me quitó la bolsa de las manos.


-¡Eh! ¡Dámela! ¡Es una sorpresa!


Se rió ante mi reacción y no me la devolvió.


-No seas tonta, quiero llevártela. No voy a ver que hay dentro, lo prometo.


Cagada, de nuevo.


No rechisté. Si tantas ganas tenía de llevarme la bolsa, mejor, mejor para mí.
Tras un largo silencio pensativo para mí, indefinido para él, llegamos a su coche.


Abrió el maletero y puso la bolsa dentro.


-Vamos, entra.


Entré y me senté a su lado sin decir nada. Me abroché el cinturón y le miré. Él hizo lo mismo.


-Jaajaja... te tengo.
-¿Mmm?
 

Encendió el motor y arrancó colocándose en la carretera.
 

Sentí miedo. No supe que decir. Su risa sonó juguetona.
 

-Ahora que te tengo aquí atrapada, vas a contarme que pasó ayer por la tarde.
 

Era cierto. Estaba sentada a su lado, en su coche, no podía levantarme e irme de repente. No podía huir.
 

-Maldito seas... Bueno, te lo debo.
 

 Volvió a explotar su risa mientras conducía.
 

-Jajajaja... ¡ahora no mujer! No voy a presionarte tanto, es personal. Además, estoy conduciendo, quiero atenderte mejor.
 

Cagada de nuevo.
 

Volví a mi cabreo, a mi rabia. Era una niñita caprichosa y cualquier pequeña broma me molestaba.
 

Miré por la ventana. Decidí no enfadarme, solo era una pequeña broma, una simple broma.
 

El coche se llenó de aire puro, aire con sabor a silencio.
 

-Ya hemos llegado, esta es mi casa.

viernes, 23 de diciembre de 2011

Capítulo 13 - Fuego en los ojos



Me desperté, agarrotada por dormir con la ropa puesta. Me dolía bastante la espalda así que me levanté y me estiré todo lo que pude.

Que sueño más raro.

- Espero que no tenga nada que ver con Elaine…

Es cierto que soñé con vestiditos y plastidecores, ¿eso tenía algo que ver con la sobrina de Derek? No lo sabía y eso me asustaba. “Quizás sería la típica hijita de papá”, me decía, “no puede ser, Derek no es así, seguramente ella tampoco”.

Eran las ocho y cinco de la mañana, aunque estaba pasada la cortina, podía ver como aun no tocaba el sol en la ventana.

No sabía qué hacer, si escribirlo o no. Pero qué tontería más tonta, que sueño más tonto,… de todas formas, lo apunté en mi libreta de sueños.

Tenía una libretita de media hoja, es decir, del tamaño de la mitad de un folio normal, (nunca me supe las medidas y tamaños de los folios pero aun así la gente me entiende). Era de tapa dura y de color naranja, con un corazón rosa en el medio. En ella, habían escritos sueños de los cuales nunca llegué a entender, alguna vez quizás los podía unir a algo, pero nunca me dio la completa confianza de que los sueños tuvieran esa relación.

Escribí de forma muy resumida y esquemática mi sueño, las palabras más mencionadas eran “plastidecores”, “vestidos”, “niñas”,… y la menos mencionada puedo decir que era “teletransportarme”. Lo cierto era, que dudaba de enseñárselo a Derek. Seguramente, iba a reírse en mi cara porque lo relacionaría con Elaine.

Decidí no hacerlo. No quería estropear el día y sentirme avergonzada durante un buen tiempo. Estaba segura de que Elaine no sería así, ni tampoco su madre, Carolina.
Al acabar de escribir el resumen mal hecho a causa de la situación y la hora, me fui a darme una buena ducha.

Entonces, me di cuenta que aun llevaba la ropa del día anterior.

- Cielos… y me había sentado en el suelo entre los arbustos.

Me quité la ropa, empezando por los zapatos y lo dejé todo en el suelo. Tras prepararme la ropa para después, entré en el baño.

La verdad, de pequeña no me gustaba entrar en la bañera, siempre me escondía de mi madre, pero, una vez dentro del agua, no quería salir para nada. El agua caliente me enamoraba, por así decirlo. Tan calentita y si salías te helabas de frío.

Al acabar me envolví con una toalla y me sequé el cabello, que por cierto, era una gran molestia tenerlo largo.

Esta vez, me vestí bien, a mi gusto claro. Un vestido que me encantaba, con tonos beis y una chaquetita de color azul claro. No sé si me quedaba bien o no, aun así, al maniquí de la tienda le quedaba perfecto y a mí me encantaba. En cuanto a los zapatos… me gustaban mucho los tacones, pero raras veces los llevaba. No sabía andar con tanta altura y además, era algo torpe, pero tengo que decir que son muy bonitos. Me puse unos zapatos planos a juego con el vestido, unas ballerinas más bien.

Desayuné un vaso de leche con galletas sabor a chocolate. No me iba la idea de comer algo salado por las mañanas, para mí, el salado era más para picar, además, me encantaba el chocolate sobre todo con leche.

Acabé sobre las diez, aun quedaban dos horas y tenía que buscar algún regalo para Elaine. Quería caerle bien y sobre todo quedar bien con Derek. Ya había hecho demasiado el ridículo: había llegado tarde, me pagó el desayuno, me recogió después de la discusión con Alan y me había invitado a su casa esa misma mañana.

Pensé en ir a mi casa, bueno, la de actualmente de mis padres y que hace unos años atrás aun residía ahí. En mi habitación, dentro del baúl, aun guardaba las muñecas que más me gustaban cuando era pequeña. Esa idea no me acababa de convencer, ir a casa de mis padres no era algo que me encantase, al contrario, intentaba evitarlo.

Fui a la tienda de juguetes más cercana con el coche, todos los establecimientos estaban abiertos porque se acercaba la navidad. Había de todo, lo que más resaltaba eran los grandes peluches de toda clase de animales cucos, entre ellos, el más venido era el pingüino. Pero yo no quería un peluche para Elaine, quería una muñeca.

Salí de la tienda con una muñeca vestida de gala envuelta en una caja de regalo. Nada de plastidecores y material escolar.

Me dirigí a mi coche mientras miraba en el suelo y tras levantar la vista me encontré con alguien que no quería ver.

Compartimos las miradas, tenía una mirada triste y yo le lancé una mirada punzante para que sufriera más. Esbozó una cara de dolor, intento aguantar y cuando no pudo más, con los ojos algo húmedos miró al suelo.

Continué mirándole hasta llegar delante de él de pie. Se me hizo un nudo en la garganta y no supe mencionar ninguna palabra, se me olvidó el abecedario, todas las palabras existentes de mi mente.

- Buenos días.
- Hola. – Mi voz sonó algo rara, pero mantuve la compostura y me hice la fuerte cuando en realidad podían herirme fácilmente. – ¿Qué haces aquí?
- Iba a buscarte, vi aquí tu coche y aquí me quedé.

Mire hacia su lado, si es verdad que en toda la acera había coches aparcados, pero justamente a su lado estaba el mío. Sabía que siempre usaba el coche, sabía que iría a por él y me arrepentí de tener coche.

- ¿Qué quieres?
- Hablar contigo, por favor, escúchame.

Se puso delante de la puerta, sin dejarme paso para entrar en el coche.

- No quiero hablar contigo.



Detesté su voz, la odié. Mi intensa rabia se apoderaba de mí, el amor que sentía por ese chico hace días, se había convertido en completo odio en minutos.

- No aquí, no puedo ahora. Podemos ir a otro sitio si quieres, pero dejemos las cosas claras.

Tuve que aceptar aunque no quisiera, sí que ya le había soltado todo lo que pensaba, o casi todo, pero él aun conservaba algunos de mis objetos.

- El sábado que viene por la tarde me pasaré por tu casa, apártate por favor, tengo prisa.
- Hola Helen, ya estoy.

Me giré hacia la voz. Ella, de nuevo. Acababa de salir de un restaurante de comida china que estaba a unos 10 pasos de mi coche, ya que llevaba una bolsa de plástico que la mano, que ponía lo mismo que en ese cartel. No me esperaba por haber visto mi coche, la esperaba a ella.

Volví a mirarle con más rabia. ¿Lo hacía adrede?, ¿La había traído para darme rabia?

- Irina se quedará unos días más por aquí.
- Que alegría. Que os divirtáis.

Le aparté del medio y puse la bolsa con la caja en el asiento de atrás, subí al coche cerrando de un portazo y me fui rápidamente, dejándolos en un silencio incómodo.

viernes, 2 de diciembre de 2011

Capítulo 12 - Plastidecores



- ¡¿Cómo puedo salir de aquí?!

Después de abandonar el restaurante de la boda me vi encerrada en una especie de servicio público de mujeres, o más bien de niñas.
- Piensa un poco.

Una mujer de la cual no recuerdo ni tampoco sé si estaba presente en ese momento, me daba pistas para salir de ese agobiante sitio.

- ¡¿Cómo paso al siguiente nivel?!
- Pregunta a las niñas, quizás sepan algo.

Tenía que conseguir pasar a otro nivel, no era muy bien un “nivel” era más bien otro mundo, quería teletransportarme, pero no sabía cómo hacerlo.
Abrí las puertas de cada servicio, en cada una de ellas, había una niña diferente sentada en el váter, con un vestidito.

Llevaban colores, plastidecores en las manos.

- ¿Puedes dejármelos un momento?
- Toma, pero solo un rato.

Todas las niñas aceptaban y me daban sus colorines, pero siempre con la condición de ser devueltos.

- ¿Y qué hago con esto? ¿Cómo puedo salir con esto?

Dibujé cosas en la puerta sin pomo. La verdad, sabía que había entrado allí por una puerta, pero no sabía salir, ya que no había puerta existente.

Cogí un plastidecor verde oscuro y dibujé un pomo, pero no funcionaba. Dibujé un candado a su alrededor y acto seguido su clave, de forma que pareciera que se había descifrado, pero nada.

Las niñas salían de los pequeños compartimientos para quejarse. Tenían una edad de seis años más o menos y cada una llevaba un vestido diferente, en cuanto al color y el estampado, pero igual en la forma. Algunas llevaban lacitos en la cabeza, otras diademas y las restantes algún que otro moñito o una coleta.

Me cuesta reconocerlo, pero yo también iba vestida así. Llevaba un vestidito de niña de la antigua y en la cabeza una especie de lazo. Alicia la del país de las maravillas me recordaba a mi misma en aquellos momentos.

Venían hacia mi todas. Reclamaban sus colores, los querían, pero yo los necesitaba.

- ¡Devuélveme los colores!
- ¡Sí, ya los has tenido bastante!
- ¡Quiero mis plastidecores!
- Un momentito chicas, un momento por favor.

Iba estresada, las niñas no dejaban que me concentrase en salir de allí, esta vez tenía el tiempo limitado. Si se enfadaban mucho… no se qué harían, pero solo sé que no era bueno.

- ¡Esto no funciona! ¡No puedo salir!
- Quizás no puedas salir escribiendo en la puerta, escribe en otro sitio.
- ¿Y dónde escribo? ¿Qué más da eso?
- ¡Es mío!
- ¡Yo te dejé cuatro! 

De repente me odié a mí misma, a esa vocecita de esa mujer que oía y a todas las niñas que se habían unido para hundirme.

- Escribe en la encimera, quiero decir, allí donde está la pica y el espejo.

Aunque tan solo había unos pasos hacia allí, lo hice corriendo.

- ¡¿Y qué escribo?!
- Devuélveme mis plastidecores.
- Ya voy, tranquila bonita, te los devuelvo en seguida.
- Puedes escribir… que quieres salir, por ejemplo.

No sé por qué, pero me tragaba todo lo que me decía esa mujer. Escribí “quiero salir” muchas veces con el color naranja en la encimera.

- ¡No funciona, sigo aquí!
- ¿Y quién ha dicho que tengas que escribir con el plastidecor así?
- ¿A qué te refieres?
- ¿Sabes fundir un plastidecor?

Esa pregunta me hizo pensar, pero el tiempo se me acababa ¿Fundir un plastidecor? Si esas niñas me veían destrozar sus colores… se les acabaría la paciencia. Así que pensé, si lo que decía esa mujer era cierto, desaparecería de esa habitación y las niñas no podrían enfadarse conmigo.

Quité el plástico que aun quedaba en el color naranja y me acerqué al secador de manos, ese aparato eléctrico que tira aire caliente para secarte las manos.

- Sé que, las ceras de colores se funden si las pasas por aire caliente.
- Muy bien, inténtalo.

Apreté el botón para que se encendiera el secador de manos y puse debajo el plastidecor naranja. Éste, se fundió en mis manos.

- ¿Y ahora qué hago?
- Escribe con este plastidecor.
- ¡Eh! Has fundido mi color naranja.

Me puse un poco de color naranja en el dedo (es decir, plastidecor naranja fundido) y escribí “quiero salir” con mi propio dedo en la encimera.

Las niñas venían a tirarme de los pelos, furiosas, pero desaparecí en ese mismo instante.

sábado, 26 de noviembre de 2011

Capítulo 11 - Necesidad de reuniones

Tras pasar los mismos semáforos de siempre, aunque no con el mismo tráfico de antes, llegué a casa.

Por mi cabeza tan solo rondaba Alan y, a ratos, Derek, su sobrina, su hermana y el día de mañana.

“¿Habrá Alan visto a Derek?” Era la mayor pregunta que tenía en mente. “Si es así, ¿pensará que estuve siéndole infiel?”, “quizás nos haya visto desde su portal, o desde la ventana”, “¿acaso se habrá quedado en el estanque reflexionando?” Solo me preocupaba más de lo necesario, seguramente, se habría quedado en el estanque compartiendo su soledad con la naturaleza. Yo habría hecho lo mismo al oír el nombre de otra chica, él no era muy celoso, sí un poco, pero yo me habría imaginado e inventado en mi mente toda clase de posibles situaciones con ese nombre desconocido.

Después de aparcar el coche, subí las escaleras del edificio hasta llegar a mi puerta. Folletos de publicidad sobresalían de mi buzón, pero decidí ignorarlo, no me apetecía acercarme y perder tiempo.

Mi estomago rugía. La verdad, no había comido casi, bueno, más bien no había comido absolutamente nada.

Me preparé una ensalada, una de esas sencillas: lechuga, tomate, un poco de atún, aceite y sal. No me gustaba acompañarlo todo con vinagre. También llené un vaso de agua y corté un poco de pan.

Sox dormía en su cesta, una cesta puesta en un sillón únicamente suyo y para él. Se pasaba el día durmiendo, aunque a veces, salía por las noches con los demás gatos. Solo dormía allí cuando hacía frío, es decir, parte del otoño y todo el invierno. Los veranos y restantes no dormía por las noches, cuando lo hacía, era de día y en algún lugar fresco.

Tanto pensar al ver mi gato dormir, me entró sueño a mí también. Recogí los platos al acabar y  me fui directamente a la cama.

- Quizás debería…

Cogí el teléfono y me tiré a la cama, dejándome caer, dejando caer el peso de mi cuerpo que se había vuelto más pesado ese día.

Marqué su número y como esperaba, contestó.

- ¿Sí?
- Ponpon wingwingwing ponponwiponpinponpon…
- Helen… tú y tus frikadas.
- Holas

La verdad es que me encantaba comportarme como una cría a veces, hacer tonterías era divertido y a ratos sano.

- ¿Qué ocurre?
- Hoy he hablado con Alan.
- Que novedad… aunque no me lo resulta si me lo dices así, tan pancha. ¿Ha pasado algo?
- Le he dejado, me he cansado. Es una ricura y siempre lo ha sido. Me trata como una princesa, nunca me deja sola, no va con sus amigos solo por estar conmigo,… eso me encantaba y de hecho me encanta. Pero…

Se lo solté todo de golpe, no dejé que hablara apenas, tan solo hacía pequeñas pausas para que fuera asintiendo y comprobar que estaba escuchando, o al menos, no había colgado.

- Se me hace muy raro, estabas tan coladita… además, ¿Cuánto tiempo llevabais juntos? Un año y medio, es una lástima…
- A mí también me ha dolido mucho, de todas formas he acabado decidiendo el final. Lo peor es que un día de estos tengo que volver a verle…
- ¿Por qué? Eso sí que es una gran ptada
- Tiene algunas cosas mías, también tiene la llave de mi piso y todo eso, creo que cambiaré la cerradura.
- ¿Tanta exageración?
- Quiero olvidarle y para ello… necesito que me hagas un favor.
- Eso me pinta mal.

Se me escapó una pequeña risita al oír eso. Solíamos hablar con mucha broma y de forma divertida, sin temores.

- Necesito que llames a Miliem y a Carena, sería genial hacer una reunión.
- Helen, en serio, ¿estás bien? Siempre sales traumatizada de esas fiestas, ¡venga ya! ¿y ahora tú pides una? No, tú no estás bien.
- Jajaja, estoy segura de que a Carena le encantará la idea y sé que tú también quieres, además, ¿no es pronto el cumple de Miliem?

Olivia empezó a hablar, no sé de qué, supongo que explicó algunas ideas que tenía en mente sobre la fiesta, o tontadas y locuras que hacíamos.

Lo único que recuerdo es que me quedé dormida en ese mismo instante, los ojos se me cerraron sin ninguna orden.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Capítulo 10 - De conocidos hacia amigos

Llegué al final del camino, más bien al principio, donde conectaba con la carretera principal. Una piedra grande, mejor roca, parecía estar allí pidiendo que me sentara. No lo hice… tenía miedo de que algún conductor me confundiera con una pilingui, así que me senté en el suelo, detrás de un arbusto.


Alan seguramente me siguió al empezar a andar, ya que oí sus pasos, pero lo más probable es que se detuviera en seco al oír “Derek” ¿pensaría que estaba con otro chico? Quizás, pero de todas formas no sería cierto.


Mis pensamientos se apoderaban de mi mientras contemplaba el paisaje. El sol se despedía de la gente como todos los días, sentía frío, pero eso no importaba.


Como de costumbre, alguien aparecía y me cortaba las alas del cielo hasta que acababa bajando al mundo.


-¿Eo?
-¡¡Aaaaahhh!!


Me giré rápidamente y le miré con cara de susto, acto seguido, solté un suspiro.


-¡Maldito seas! Menudo susto me has dado.
-¿Susto? Te he dicho hola y no me has contestado, además, ¡a caso no podías oír el motor del coche?
-Lo siento, estaba en mi mundo…
-… de fantasía y sueños, ¿eh?


Se rió al ver mis pintas de cansada.


-¡Deja de burlarte de mi!
-Vale, vale… ya paro. Venga, sube.


Me tendió la mano para ayudarme a levantarme del suelo, dudé unos segundos, pero acepté la ayuda de todas formas.


Sacudí los granitos de tierra que se habían quedado en mi ropa al sentarme en el suelo. Tampoco me gustaba la idea de ir con el coche de Derek. Parecía muy sofisticado e iba a ensuciarlo de tierra.


Abrí la puerta del copiloto, entré y le di un portazo al cerrarla. Se dio cuenta de mi rabia al cerrarla, pero comprendió la situación y guardó sus bromas y quejas.


-Ponte el cinturón, pueden multarme por tu culpa.
-Voy…
-Bueno, no vas a salir fácilmente de esto, vas a contarme que pasa ¿vale? No pido que sea ahora.
-Ya me lo temía, pero al menos me has venido a buscar.
-¿Con quién estabas?
-Con mi novio. Quiero decir, exnovio… ya te contaré mañana lo que ha ocurrido, porque… sigue en pié quedar mañana ¿no?
-Claro que sí, solo hay un pequeño problema.
-¿Cuál? ¿Qué ha pasado? – me di cuenta de que lo dije algo sobresaltada.
-Tranquila, no es nada malo, al contrario, bueno… tengo una hermana mayor, se llama Carolina.
-¿Y cuál es el problema? No pasa nada si está por casa.
-No, ella no estará, pero si su hija. Le prometí cuidar de ella mañana y no me acordaba. ¿Quieres que lo dejemos para otro día o quieres venir de todas formas?
-¡Oh! ¿Eres tío? La verdad es que a penas te conozco y ni te imagino cuidando a un crio. – Solé una risita y él se rió conmigo, después, me di cuenta que no había respondido la pregunta. – Bueno, no lo sé, si te soy molestia mejor no. Me refiero a que si tienes que estar pendiente de ella y no puedes hacer las dos cosas a la vez, no pasa nada en serio.
-¿Cómo? No, no, no… no eres ninguna molestia, en absoluto. Además ella tiene seis años y es muy tranquila, salvo cuando tiene hambre claro. Le gustan mucho las muñecas, te ganarías su confianza si le sacaras ese tema.
-Jajaja.
-¿Qué hace tanta gracia?


No podía creer tal y como estábamos hablando. Parecía que nos conociésemos de toda la vida y la verdad, eso me gustaba. Él mostraba la confianza hacia mí, lo que no me convencía, era si lo hacía por el trabajo o simplemente por gusto.


-Pues, nada. Ya me encargaré de caerle bien jaja.
-Mmmm, ¿giro a la izquierda?


El tiempo pasaba volando, tanto, que ni me había dado cuenta de que estábamos ya en la ciudad. Tampoco me acordaba de que estábamos en el coche, no daba importancia a nada, tan solo a la conversación.


-No, a la derecha. Oye, no me lleves a casa.
-¿Por qué? No me importa llevarte hasta la puerta y si es necesario te acompaño hasta la puerta.


Eso sonó de una forma muy atrevida, pero según el punto de vista, se veía de una forma educada.


-He aparcado el coche en otro sitio, está algo lejos de mi casa. Es por la derecha.
-Como quieras, pero tendrás que recompensármelo.
-¿Recompensártelo? Mañana traeré una bolsa llena de muñecas para tu sobrina.
-Era broma mujer, no es necesario. De veras, guárdalas.
-Solo hacen bulto esas muñecas y la verdad es que no son muy viejas, seguro que le gustaran. Por cierto, ¿Cómo se llama?
-Mi sobrina se llama Elaine y mi hermana Carolina, aunque yo le llamo Carol.
-¿Elaine? Me encanta ese nombre, es muy bonito. Carol suena más moderno.
-Emm, Helen, ¿cuál es tu coche?
-Ah, sí, es ese de ahí, el de color blanco.


Aparcó unos coches más adelante, él bajó antes que yo.


-Espera, no bajes. Pasa a mi asiento y baja por mi lado. En tu lado pasan coches y es peligroso.


Después de haberme dicho eso, pasé a su asiento y acto seguido salí por su puerta. No se despidió de mí aun, si no que me acompañó hasta la puerta de mi coche.


-Nos vemos mañana, era a las doce, ¿no?
-Sí y en el parque, intentaré ser puntual.
-No lo intentarás, serás puntual.
-Haré lo posible. Bueno, adiós, hasta mañana. Gracias por todo, te debo una buena explicación.
-No hay prisa. Venga, que se está haciendo de noche. Te espero mañana en el banco del parque.


Saqué las llaves de mi bolso y abrí el coche. Me metí dentro y Derek, aun plantado afuera, se despidió de mi con la mano. Yo hice lo mismo y puse el coche en marcha hasta desaparecer.