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Llamada así porque... espera, no te lo voy a decir, se sabrá en el final, quizás. Es una historia algo extraña mezclada con sueños que a lo largo del tiempo van cogiendo su significado. La protagonista es Helen Miller una bibliotecaria a medias que quiere publicar un libro. El libro trata de sus sueños, que a lo largo de su vida, cobran sentido. Con la ayuda de Derek rea... anda lee la historia, hazme un favor ^^

martes, 25 de octubre de 2011

Capítulo 8 - Ella


Me paré en frente de su puerta, 2-2. Tenía una copia de las llaves en mi bolso, pero no quería usarlas así como así. Ya no era lo mismo que antes, así que me digné a llamar al timbre.

-¿Quién es?

Se me heló la sangre. La voz de una chica resonaba en el otro lado de la puerta.

-Ss… ¿está Alan?

Creí que me había equivocado de puerta, pero al abrirse la puerta mi sangre pasó a ser sólida.

-Hola, Alan está en la cocina, pasa.

Una chica de melena larga y morena me hizo entrar en la casa de mi novio, Alan. La chica desconocida, por el momento, se puso a andar delante de mí para guiarme hasta la cocina. Ese gesto me resultó incomodo, así que la adelante. Ya sabía el camino hacia la cocina, no era necesario que esa morena me guiara.
Quitando la vista de la chica, entré en la cocina de mala gana, con cara de querer una explicación a lo que estaba pasando.

Sé que, y lo continuo admitiendo, soy una celosa. Intentaba no serlo pero de todas formas no podía evitarlo, es mi forma de ser.

Alan estaba tendiendo la mesa para una sola persona, un alivio para mí. Giró su rostro hacia mí.

-¡Helen! Creía que eran mis padres. ¿Cómo estas princesa?
-¿Quién es ella?
-¡Eh, eh, eh…! Te conozco, relájate y déjame hablar, ¿vale?

No dije nada, no quería alterarme, podía estar equivocada. En esos momentos, no se me ocurría ninguna explicación de quién era esa chica.

Se acercó y lentamente me rodeó la cintura. Sus labios rozaron los míos por unos segundos mientras jugueteaba, y seguidamente, los unió con un profundo y honesto beso.

-Siéntate. – Me dio un beso en la frente. Me senté en la silla que me ofreció. – Es mi prima, estará aquí unos días, su padre se ha ido un mes a Francia por el trabajo y han aprovechado ella y su madre para venir aquí una semanita. Mis padres y su madre han ido a comprar un momento, no tardaran en volver.

-¿No hay nada?
-Tan solo familia.

¡Mierda, mierda, mierda, mierda! Me dije para mis adentros.

No solo la cagué entrando malhumorada, si no que no vine en el momento adecuado. Con ella delante no podíamos hablar seriamente y salir de esa tormenta diaria.
Miré a mi novio con los ojos algo rojos, queriendo llorar por tu estúpida que me sentía en ese instante. Un nudo en la garganta no me dejaba pronunciar a penas nada y se formó una esfera de silencio entre los dos.

-¿Cariño?

Miré al suelo para que no viese mis ojos, que idea más tonta, él siempre intentaba mirarme a los ojos. Demasiado tarde.

-Helen…

Hizo que le mirase a la cara, forzándome a levantar la barbilla con su mano. Me eché a llorar al ver sus ojos. Para que no me contemplara llorar, me senté encima de él y le abracé. Tenía muchas ganas de abrazarle y hacerle toda clase de mimitos y dibujar en su piel y besarle por el cuello y ser cariñosa en general… pero él tenía su camino y yo el mío.

–¡¿Irinaa?! 

Me sorprendió que se rompiera el silencio con ese nombre.

- ¡¿Siii?! - Contestó desde la habitación de los invitados.
-Vamos a salir, cuando vuelva mamá dile que me he ido con Helen. Si ocurre algo, llámame.
-¡Vaaaalee!

Tragué el nudo de mi garganta. Aun abrazándole conseguí hablar.

-¿A dónde vamos? – Mi voz sonó más bajita de lo que esperaba, pero me oyó.
-Ya lo sabes.

Capítulo 7 - Hierro oxidado


Sox, mi gatito, me esperaba acomodado en el sofá como si estuviera viendo la televisión. Dejé mis cosas en la mesa de cristal y fui a acariciarlo, era tan suave… el único problema era que soltaba demasiado pelo tanto él como yo.

-¿Qué vamos a comer hoy?
-Braaaawww :3

No solía contestarme mientras le hablaba, pero siempre que le acariciaba el cuello me daba las gracias a base de miaus.

Fui a la cocina. Como de costumbre, apenas me dejaba andar por la casa restregándose por las piernas a ver si podía premiarle con comida. Le puse un poco de potito en su plato, tan mimado y gordito como siempre, le encantaba.

Después de eso no quise comer. El bichosocruasán” me había quitado las ganas.
Me quité la ropa empezando por los zapatos, entonces, me percaté de que no iba bien combinada.

-Que desastre soy…

Recordé a mi novio en esos instantes. Solía prepararle la ropa para el día siguiente. Su gusto de vestir no me parecía muy bueno o tan solo soy yo, una maniática.

Las cosas con él iban tensas. Llevaba unos 15 días aproximadamente sin llamarle, ni aparecer en su casa, ni él en la mía. Resultaba un poco complicado llamarle en ese instante con tanto tiempo sin comunicación, pero alguien tenía que reaccionar.

A cambio de esa ropa, me puse unos tejanos grises, nuevos, pero que aparentaban tener un tiempo, junto con una camisa rayada y unas zapatillas negras un poco sucias.

Pasando de la situación, cogí el bolso negro y cerré de un portazo accidental.

Bajé las escaleras, esta vez sin tanta prisa. A paso lento y avanzando a la fuerza me dirigí al parking. No quería llamarle por teléfono porque acabaría siendo una conversación fría y sin rumbo, tenía que hacerlo en persona y aclararlo todo de una vez.

Después de tres semáforos llegué a su edificio, había sitio en frente de la puerta así que aparque allí mismo. Su piso no era como el mío, en el edificio tan solo había seis puertas, no era un gran bloque y los pisos eran bastante grandes, aunque algo viejos.

Los nervios me aterraban de repente. ¿Qué decirle?... ¿Es un fin? ¿Se puede arreglar con el tiempo? Creía en la primera opción, el fin. En ese estado de la relación, no se podía arreglar con el tiempo, el tiempo, solo haría oxidar el hierro de forma completa.

Entré en el portal, viejo vuelvo a añadir, no habían timbres a fuera si no que tenias que ir a llamar tu mismo en la puerta.

La puerta hizo un “ñac” algo grave, no tan agudo como en las películas. Me sorprendía como un bloque tan viejo estuviera tan limpio en esos instantes, solían jugar niños dentro y aun así estaba reluciente.

El sol traspasaba el cristal de la puerta reflejando sus rayos en los buzones.

Subí las escaleras hasta el segundo piso y allí me detuve. Suspiré.

Capítulo 6 - Derek Bryant

Dejó de sacudir su zumo y se quedó pensativo 2 segundos. Ya se esperaba la pregunta, como no, pero no sabía muy bien que decir.

-Mi nombre es Derek Bryant, trabajo en esta editorial. Me dedico a seleccionar nuevas historias, es decir, me dedico a aceptar o rechazar nuevos autores. Por eso estoy aquí contigo, para introducirte en el mundo de la escritura. Ah, si, tengo veinticuatro años y estudié periodismo, con algunos cursos de más.
-¿Vives aquí, en Liverpool? Yo vivo algo lejos de este parque, bueno, solo diez minutos con coche si no hay tráfico.
-Sí, más bien a las afueras, tengo que coger el coche para todo. Mmmm bueno… ¿qué vas a hacer mañana?
-No tengo nada planeado, seguramente escribir más aunque no estoy muy inspirada…
-Ven a mi casa, te enseñaré todos los estudios que tengo, allí te inspirarás mucho ya verás. No es necesario que vengas puedes esperar en este parque y te paso a buscar yo.
-¿A tu casa? Mmm suena extraño pero vale, a las doce estaré allí. – Le di el último mordisco al cruasán y el último sorbo al café, acto seguido me levanté de la silla - ¿me acompañas hasta el coche?
-Por supuesto. – Se acercó a la barra y pagó el zumo, el cruasán y el café a Cameron – Aquí tienes. Vamos.

Salimos del bar limpio y viejo aun criticándonos los ancianos, como la vez anterior, Derek salió primero y aguantó la puerta para que pasara. No era de mucha educación salir primero… pero tan solo éramos conocidos y ya bastaba con sostener la puerta. 

Volvimos a cruzar el parque entero. Esta vez no había tanta gente porque casi era la hora de comer, solo quedaban algunos ancianos aun alimentando a las palomas con arroz. Se esperaba el frío y los arboles no tardaban mucho en desplomarse. Me puse el abrigo negro, empezaba a hacer algo de fresca.

Mis ojos podían notar la humedad de la noche anterior, las gotas de lluvia seguían en el suelo formando pequeños charcos o sobre los coches, nublando la vista a los conductores. Mi coche era el único que estaba seco, mi edificio tenía un parking para todos los vecinos.

-Hasta mañana
-Mañana quedamos en ese banco, ¿vale? No te quedes dormida de nuevo. Que tengas un buen día.

Subí al coche y Derek se dedicó a mirarme mientras me iba. Era un buen tipo, siempre te facilitaba las cosas.
Dejé el coche en el parking subterráneo del bloque y subí las viejas escaleras que un anciano no podría soportar hasta llegar a mi puerta.

Capítulo 5 - Helen Miller


-Sobre mi… - ¿Era realmente bueno confiar en Derek? Era un buen tipo… de hecho, seguramente sigue siéndolo. Tenía mis dudas sobre él y él tenía dudas sobre mí. Me tocó empezar. – Bueno, me llamo Helen Miller, tengo veintitrés años. Hace dos años que acabé la universidad, estudié literatura. Por las tardes me dedico a ayudar en una biblioteca, atendiendo a la gente, ordenando libros, me encargo de realizar llamadas por teléfono,… cada día hago una cosa distinta.

Sacó una libreta, de un tamaño más o menos como medio folio normal, una libreta de cuadros. Cogió el bolígrafo que tenía en el bolsillo de la camisa y escribió algo.

- ¿Qué… qué haces? – No levantó la mirada del papel. Mientras, intentaba ver que escribía, vi mi nombre apuntado. - ¡Oye!
- ¿Qué?
- ¿Puedo saber que haces y por qué está mi nombre ahí escrito?

Soltó una sonrisa, una de las más amplias y volvió a escribir. En ese momento, el camarero, que se hacía llamar Cameron, (un nombre muy parecido a camarero, que casualidad…) me trajo el café y un mini cruasán en un pequeño plato blanco.

- ¡Escúchame! Para de escr…
-Aquí tiene señorita, ¿desea algo más?
- Ehh… no gracias, así está bien, gracias.
- Cuidado aun quema, espera un poco para bebértelo. Ahora vuelvo con tu zumo, Derek.

Cameron no dijo nada más y se apresuró a llevarle el zumo a Derek. ¿De qué se conocían? Me trataba de señorita y a él de tú (el burro delante para que no se espante), quiero decir, le trataba de tú y a mi me trataba de señorita.

- ¿Qué piensas Helen?
- ¿Qué… pienso…? ¿De qué?
- ¡Baja de las nubes de una vez! Estamos aquí por trabajo, ¿recuerdas?
- Mmm... eh... ¿qué? ¡¿Cómo que baje de las nubes?! ¡Eres tú el que está escribiendo en una libretita sin decirme nada!
- Cálmate, a veces asustas. Los viejos te están mirando.

Me giré hacia los viejales, sí, me estaban mirando de forma extraña y se les oía criticarme, criticar a la juventud de hoy en día.

- Espera… ¡no me cambies de tema!
- Aquí tienes tu zumo de piña, que lo disfruten y ¡buen provecho!
- Gracias – contestamos.
Cameron se fue de nuevo.
- ¿Qué decías Helen?
- ¡Deja de escribir y préstame atención! – le puse un poco de azúcar al café y lo mezclé todo con la cucharita. Derek, mientras, sacudía la botellita de cristal. – Ahora cuéntame sobre ti.

Capítulo 4 - Aroma a café


El bar/restaurante era algo viejo por dentro pero acogedor. Me quedé mirando la barra reluciente que no tenía ni un granito de polvo. En las paredes había cuadros antiguos sobre el río que pasaba por la ciudad y los barcos de aquellos tiempos. Finalmente miré a la gente. Dos ancianos estaban sentados en la barra hablando de sus recuerdos, otras dos jóvenes se sentaban en una mesa un poco apartada de la nuestra y la verdad, no tenía ni idea de que hablaban, ya que esos dos abuelos hablaban con una voz fuerte.

    - ¡Helen! Me estás haciendo perder el tiempo, he estado esperándote durante horas y ahora te quedas de pié, con la vista perdida. No me hagas esperar y siéntate, no, no tengo prisa pero acabemos pronto por favor.

Bajé de las nubes y me senté en la silla. No quería que montara un numerito delante de la gente, bueno… había poca gente pero aun así, no quería problemas.

    - ¿Traes la historia? Como no la traigas… es para matarte.

    - ¡Claro que la traigo! ¿Hemos quedado para eso, no? – Puse mi carpeta naranja sobre la mesa y saqué un papel arrugado. – Bueno, con las prisas se ha arrugado un poco…

    - ¿Un poco? Al menos se puede leer… ¡déjame ver! – Me quitó el papel de las manos y empezó a leer y a murmurar. Leía en voz alta, pero casi no se le entendía porque iba rápido.  - Casi sin tocar las escaleras, más bien rozándolas… ajá… mmm… no era metálica esta vez, era de madera… mmm… una capa roja, grité… bueno, la historia no está mal. Es una simple hoja de papel, pero creo que tendrá fama. ¿De dónde sacas tanta imaginación? Me encanta, ¿puedo saber la continuación?

    - Emm… bueno… no hay continuación, de momento. Es solo una historia, además acaba con una muerte, ¿no?

    - Puedes…. Puedes hacer que sea un sueño, ¡tendría aun más fama! Me imagino la película, aunque sería un gran gasto crear la gran sala que describes y todo eso.

    - De hecho, es un sueño.

    - ¿De veras? ¡Wow! Pero hay una cosa… está muy bien este “principio” si es que piensas continuarlo… Helen, anímate y continúalo, no podemos presentar una historia de una hoja y mucho menos una película.

    - Ehh Derek, frena un poco. Antes de la película hay que escribir una historia, yo, no tengo historia aun, así que no hablemos de películas. Si tuviéramos que crear una película tendría que ser a la perfección del libro, no quiero que falte un detalle y eso cuesta mucho dinero. Por lo tanto, esperemos a que haga la historia, a que se publique y sobre todo, a saber si llega a ser un Best-seller, así que no hablemos de pelis, ¿vale?

    - De acuerdo, de acuerdo, no te pongas así… ¿quieres tomar algo? Yo invito.

    - Mmm no hombre, invito yo, te he hecho esperar muchas horas, te lo mereces.

    - No te preocupes invito yo, conozco a los dueños del bar, déjame a mí. Dime, ¿Qué quieres tomar? – Me miró de una forma que hizo ponerme nerviosa.

    - Vale vale, invitas tú. Está bien pues con un café solo me conformo. – No quería que se gastara mucho dinero por mí, así que pedí poca cosa.

    - De acuerdo, ¡Cameron, un café solo para la señorita y un zumo de piña para servidor!

    - ¡Marchando Derek! – Dijo el joven que estaba detrás de la barra, seguramente hijo de los propietarios.

El chico que se decía llamar Cameron, empezó a preparar antes el café que el zumo. El olor a café llegó a mi nariz y mi estomago no pudo evitar soltar un pequeño rugido que apenas se oyó, pero que Derek consiguió oír.

-¡Eh, tienes hambre! ¿Por qué no lo has dicho? ¡Cameron, pon algo para picar para la señorita! ¿No has desayunado nada?

- Pues… no. Me he despertado tarde y pues, he tenido que ir rápido para encontrarte.

- ¿Algo dulce o salado? – Preguntó el camarero desde la cocina.

- Mmmm ¿qué prefieres, algún aperitivo dulce o salado? Bah, ¡Ponle algo dulce! Con el café va mejor un cruasán ¿no?

-Pero… da igual, tampoco tengo mucha hambre.

-Ya está pedido. Bueno, espero continuación de la historia, ¿vale? Ahora hablemos de ti.